Estamos en tiempo de matanza y hemos querido guardar la tradición haciendo unos chorizos para conservarlos en manteca.
En mi casa no me pueden faltar para acompañar las lentejas, alubias, macarrones, cocido y muchos guisos más.
Cierto es que para hacerlos hace falta una logística que quizás no este disponible en muchas casas. La tradición año tras año nos permite tener esa ventaja.
Recuerdo aquellas matanzas que reunían a toda la familia.
El primer día se sacrificaba al cerdo que, desangrado hábilmente por mi madre, servía para hacer unas riquísimas morcillas, las cuales previamente habíamos cosido a mano antes de llenarlas.
El segundo día había que deslomar (quitar la carne del tocino y la piel o "pellejo"). Se picaba y se apañaba.
Se repartía el trabajo y mientras unas hacían la comida para todos, que consistía en patatas con hueso de espinazo, otras apañaban los chorizos, salchichones, jamones, costillares, cintas de lomo etc.
Al día siguiente se llenaban los salchichones y salchichas, asi como las morcillas que luego se cocían.
Este día se probaban los picadillos para asegurarse de que estaban perfectos y cenábamos el morcillón y la cabeza asada.
Pasamos al día en que llenábamos los chorizos y nos poníamos todas alrededor de una mesa bien grande. Teníamos las labores repartidas; mi hermana Charo llenaba la máquina y mi madre cogía los chorizos puesto que es la experta.
Mis tías Fuensanta y Rosario ataban los chorizos y supervisaban que nosotras lo hiciéramos bien.
Al terminar, y acompañado de risas y buen humor, no podía faltar el chocolate, la mantecosa y el picadillo. ¡QUE RECUERDOS!
Os voy a enseñar el proceso:
Miguel Angel y Jaime preparando el carrizo para quemar el cerdo
Siempre había espectadores. Mi vecina Amparo nunca faltaba a la cita.